Gracias por la invitación para incluir uno de mis dibujos en este necesario texto.
 
 (...) Viajamos solas en busca de destinos, experiencias, algunas veces creyendo huir de ellas, y al fin, nos damos cuenta que el colonialismo no sólo tiene que ver con un sistema económico, sino que hay matices que se cruzan y pueden llegar a ser mucho más fuertes, que hay otras relaciones de poder que se entrelazan, se (nos) enredan y nos dejan heridas en la piel. Porque el feminismo que emerge en Europa en el siglo XIX proviene del concepto de “la mujer”, como si en esa mujer debiésemos encajar también, eternamente negando subordinaciones. Es ahí, en ese concepto, donde claramente no encajamos, donde se nos trata de vender una otra realidad que no vivimos. Y seguimos así bajo el mando de un pensamiento dualista en donde se separa el objeto del sujeto, en donde se mira hacia afuera, en donde al ver un “otro”, existe el “otro”. Y es así entonces como nos volvemos “las otras”. No sólo somos mujeres explotadas por un sistema económico capitalista patriarcal sino también subordinadas por la racialización de nuestros cuerpos, nuestros lenguajes – nunca tan adaptado, nuestros espacios, nuestra precarización, nuestra lesbianidad y nuestra eterna “otredad”. Se nos posiciona de forma tan sutil en un lugar inferior, que incluso es naturalizada por nosotras mismas; y peor aún, al llegar y al vernos consumidas por Europa, debemos endurecer la piel tratando de ocupar un espacio y una alianza con la realidad misma.